domingo, 24 de febrero de 2008

¿CÓMO PINTA SERVIDEO?

¿Cómo pinta Servideo?
Un día, hace ya varías décadas, las calles de Barquisimeto amanecieron llenas de afiches con ésta pregunta, la cual, anunciaba la exposición del pintor Servideo López, y fue tanto, la popularidad de esa frase que cuando uno veía un amigo decía ¿Cómo pinta Servideo? La otra persona contestaba: “Con los dedos”.
Era el tiempo del Grupo Espiral. Con afiches pegados en las paredes, y en las vitrinas de las tiendas y sobre todo en la puerta de la Biblioteca Pública, una valla de tres metros por dos, con el retrato del expositor. El público se acercaba para ver la muestra y los catálogos se terminan inmediatamente…El director se niega a mandar hacer más catálogos. Descolgamos los cuadros y se crea un gran conflicto y escándalo. La prensa, la radio y sobre todo los programas radiales de noticias hacen un gran alboroto, y se convierte en el “affaire Servideo”. La gobernación interviene y el director termina fuera de la biblioteca.
Así éramos este grupo de artistas jóvenes, criticábamos todo. Irreverentes, pero bien informados de lo que se había hecho o se hacía en arte en otros países. El otro grupo de pintores pertenecían al Taller de Arte Realista y su principal exponente era el maestro José Requena, y muchos otros. Nosotros bañábamos en la irreverencias de los manifiestos dadaístas y futuristas que habían hecho algarabía en Europa a comienzos del siglo 20. “El techo de la ballena”, inauguraba la exposición “Necrofilia” del artista Carlos Contramaestre. Fue un gran bullicio que sacudió muy fuerte el ambiente cultural de Caracas. Ya se había dado la polémica sobre el arte abstracto entre Miguel Otero Silva y Alejandro Otero, y la silenciosa Marisol Escobar, representaba a Venezuela con sus esculturas en madera y otros materiales, en la Bienal de Venecia. El grupo “40 grados a la sombra” en Maracaibo, mostraba las “Materias flotantes” de Francisco Hung.
Éramos jóvenes con deseo de hacer arte. Jóvenes, que buscábamos ayudas de profesionales para hacer nuestros catálogos y llegamos a editar algunos periódicos con poemas, dibujos y comentarios.
Pocos años antes, (1958) se había producido la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Y el pueblo gritó, ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Democracia! Había llegado un gran renacer en Venezuela. La arquitectura moderna con influencias de la Bauhaus, (casa de la construcción) llenaba urbanizaciones y en el país se construían autopistas, avenidas y modernos edificios que “nacían” como hongos. Descubríamos el existencialismo y el psicoanálisis. El teatro con Roman Chalbaud y José Ignacio Cabrujas montaban obras de carácter social y político, mientras tanto, el Quinteto Contrapunto con sus melodías nos hacía descubrir y amar la música folclórica… Como también, “El Porteñazo” había dejado muchos muertos y heridos, y en las montañas de Lara y Falcón, habían hombres y mujeres en armas y plenos de utopías…
El Teatro Juares con sus candilejas, todo el tiempo, iluminadas, movimientos de tramoyas y de decorados diferentes. Obras de teatro, conciertos y ballet… Un grupo de jóvenes amantes del teatro esperando que el viejo Godoy nos dejara pasar por la puerta de atrás, gratuitamente, para disfrutar de la obra: “El pez que fuma” y de muchas otras…
Nuestro campo de acción era ese espacio entre Teatro Juares y la Plaza Bolívar. Ahora, era el Grupo Tonel. Y un día hicimos un muñeco para una obra de teatro, de tres metros de alto y desnudo; lo paseamos en hombros hasta el lugar donde si iba a representar la pieza, ahí, estaban: Juanito Cassany, Rafael Fajardo, Jorge Peraza, , Rodrigo Rodríguez ( el de Carora) Servideo López, y mi persona, mientras Aguedo Parra, arreglaba las luces y el sonido, y Wilmer Peraza, Tomas Musset y Maria Andrade ayudaban a planificar las actividades, y los jovencitos Gerardo Escalona y Alfredo Mendoza hacían sus primeros dibujos.
Se montaban exposiciones en los barrios, en el cementerio en señal de protesta… se hacían rifas de cuadros, buscábamos dinero para poder hacer montajes de las obras de teatro. Y así, pasaban los días y hasta altas horas de la noche, soñando e inventando. Venían a este lugar muchos artistas, entre ellos: Rubén Días Castañeda, César Andrade y los titiriteros Ezequiel Arango, Maria Liendo, sin olvidar a Oscar García, Pablo Catari y Edgar Morón llegaban con libretos de “Ceremonia para una cabra sobre una nube” o la obra: “Picnic en el campo de batalla” de Fernando Arrabal, y Antonio Urdaneta, escribía “El silbador”, lo mismo, que Simón Colombo y Artemio Sequera comentaban sobre teatro…
El Teatro Juares era un icono de la ciudad, constantemente, había una gran actividad cultural. Siempre teníamos proyectos y con deseos de pintar, de escribir, de actuar, de criticar, de escandalizar, de realizar, de sorprender. Porque nosotros pensábamos que la actividad intelectual debería ser innovadora, y tratábamos de romper esquemas, aprendíamos cada día para mostrar lo mejor de cada uno. En pintura admirábamos a Soto, Picasso o Cezanne, en literatura a los escritores Venezolanos, a los mexicanos, y no importaba que fuera de derecha o de izquierda, lo importante era su arte y sus obras; en filosofía a Sartre, en poesía a Baudelaire o a Rimbaud. En el teatro a Eugene Ionesco, Bertolt Breach, Samuel Beckett, el teatro del absurdo… y así, pasó el tiempo. Yo me fui a París conjuntamente con Servideo. Ya el Espiral y el Grupo Tonel habían hecho una actividad en lo cultural, y continuó en el trabajo Wilmer Peraza y otros. Después vinieron Simbiosis, mientras que el poeta Álvaro Montero, dirigía el Centro Cultural Lea. Se formaron grupos populares artísticos en los barrios, porque era verdad que a veces éramos o fuimos irreverentes, pero todos fuimos estudiosos y con un gran deseo de superación y de hacer arte de vanguardia….
Los años han pasado, ya la línea amarilla de la carrera 21 y carrera 18, no existen, ni el autobús especial amarillo y rojo de 0,25 céntimos de la calle El comercio, o la línea 8 de septiembre… ya en el Hotel Restauran la Francia, frente al Teatro Juares no está, ni se pueden comer huevos a la ranchera, que eran una exquisitez. La Librería Serra, no la encontramos, o ese lugar tan distinguido como: “Música y Arte”, ni el espacio refugio de los intelectuales en la Librería Occidente, en la Av. Vargas. No se oyen los gritos y los parlamentos de los actores: Ramón Lameda, Yolanda Peraza, Ricardo Torrealba, Pastor Barragán, Gabriel Castillo y de Jacobo Pineda, y muchos otros, que se me han olvidado sus nombres… ya la columna: “El duende del Juares”, de Rafael Montes de Oca Martínez, dejó de salir, y sólo queda en el recuerdo de muchos lectores.
Ahora, pasamos y observamos esos espacios silentes, con tramoyas sin movimientos, sin escenografías ni actores, sin candilejas de colores, y soñamos que se iluminen de nuevo. Nos recordamos, de esos amigos como Carlos Denis, que ya no está con nosotros, o al amigo Jaime Niño, quien camina por el bulevar cargado de recuerdos…, pienso y digo: ¡Así pintaba Servideo en la década de los 60!: con sueños, con poesías, con irreverencias, con colores y líneas, con gesto de actores, porque ese momento, marcó una época; fue una gran cantera de las artes hecho por jóvenes( hoy, sexagenarios), que quisimos crear, y yo fui, uno de ellos…
Esteban Castillo Estebancastil26@hotmail.com