sábado, 26 de enero de 2008

Hormigas, hombres y sociedad


Hormigas, hombres y sociedad

Mi amigo francés, Jean se hace cada día más fanático de los insectos sociales, en especial, las hormigas. Tiene: libros, videos, películas, y sobre todo se ha convertido en un admirador de la sociobiología, cuyo teórico es el etólogo Edward Wilson, quien ha escrito muchos libros sobre los insectos, entre ellos, algunos sobre la vida de las hormigas. Este científico tiene alrededor de 60 años estudiando las hormigas y argumenta que todo lo determinan los genes e igualmente piensa que todo lo que el hombre hace, es el resultado de sus genes: la religión, la ética y el altruismo.
Sin ser verdaderamente un conocedor de la materia, no creo que sea el gen el que decida todo, ya que lo cultural y la libertad que son muy importantes. Que sean los genes que establezcan todo, es simplemente puro determinismo como en las hormigas y las abejas; ya que, en ellas, no existe la autonomía que es uno de los valores fundamentales en toda sociedad de los humanos. Sin embargo, la verdad es que el mundo de los insectos sociales es interesante, pero, me quedo con el sistema de los homos sapiens sapiens.
Al hombre desde hace siglos le ha llamado la atención el comportamiento y la vida de estos insectos y en la Biblia hay la moraleja de la chicharra y la hormiga, mientras ella cantaba, la hormiga trabajaba haciendo sus provisiones, para el invierno... También trabaja “ordeñando” los pulgones que cuando ellas los tocan segregan una sustancia azucarada, que les sirve de alimento. Desde hace tiempo, a las hormigas se les ha visto como organizadas y muy trabajadoras, y se les ha dado nombre de reina, obreras y las esclavas, las cuales son infértiles y sin alas. La función de la reina es poner huevos, como una máquina y no se va a preocupar por sus crías, ya que otras llamadas obreras se ocuparan de trabajar en “ la maternidad ” y de alimentar y cuidar de las mismas, también se ocupan de preparar los hongos con las hojas que colocan “sabiamente” en un lugar determinado, que se convierte a los días en su alimento preferido, y están los guardias o soldados, los cuales, defienden la entrada de la cueva y hay las que salen a explorar y venir con el “chisme”en donde hay comida.


Cuando encuentran un árbol o una planta que les interesa, se suben a la planta y con sus tenazas cortan las hojas de la misma manera como hace millones de años y abajo esperan otras obreras especializadas para llevarlas a la cueva y caminan al mismo ritmo; eso se llama programación, en otras palabras determinismo.
Trabajan con feromonas que le sirve de marcar el camino por donde pasan. Están programadas para trabajar, trabajar y trabajar; cada una se ocupa sólo de cumplir su función dentro del hormiguero, en consecuencia no se cansan ni protestan ni hacen huelgas. Se ha comentado, años atrás, que si se toma el gen que determina que la hormiga o la abeja obrera sea obrera y se trasladase al hombre, en especial, a los obreros se terminarían las huelgas. Pienso que son especulaciones de algunos, ya que para mí es pura ciencia-ficción y lo veo poco probable ya que el hombre desde hace tiempo ha luchado por vivir en una sociedad donde reine la libertad.
Rinden una función de enriquecer los suelos y en algunas plantas ayudan como polinizadoras como en el higo, y muchas otras; transportan las semillas lejos de la planta y así hacen funciones de expandir el vegetal. Sin embargo, a veces le hace la vida imposible al humano y se convierten en una plaga.
Las hormigas, las abejas y otros animales sociales aparecieron hace millones de años, mucho antes que el hombre estuviera en la tierra, y han conservado ese “extraño” comportamiento “aprendido” en el tiempo: la reina vive años y pone miles de huevos mientras que los machos mueren después de aparearse.
Algunas personas piensan que es una sociedad perfecta, y uno de ellos es mi amigo Jean que sueña que la sociedad del hombre llegue a ser como la de las hormigas, pero una cosa es cierta que cuando las observamos, pareciera que funciona muy bien, pero, allí no hay espacio para la libertad, lo que vemos es una gran maquinaria, la cual forma una unidad de comportamientos…
Meses atrás, estaba regando mis plantas en el taller, y de repente vi como comenzaron a salir las hormigas, para ellas era una gran inundación y observé, igualmente, como brotaban de la cueva con sus huevos y los fueron colocando en un lugar seco y noté como si hubiese alguien que las dirigiera; miré un largo rato y ellas seguían incansablemente su actividad; pero, al mismo tiempo, había otras que buscaban “un lugar seguro” y al encontrarlo vi como comenzaron a llevarse los huevos al nuevo sitió.
Sin lugar a duda, yo también admiro a estos animales sociales, pero, no soy como mi amigo Jean, que ya su esposa no halla que hacer con él y sus hormigas, su pasión y su amor por éstos insectos.
Sin duda, que es interesante la vida de las hormigas o de las abejas. Pero la sociedad de los humanos es más encantadora y más compleja... el humano tiene el libre albedrío: escoger, cambiar y decidir. Nosotros funcionamos con la reflexión, y es verdad que hemos hecho cosas bellas e importantes en la historia de la humanidad, también, hemos lanzados bombas y hemos destruidos ciudades y sobre todos a personas inocentes, cosas que las hormigas no han hecho... ellas funcionan genéticamente y tienen programado defender su especie...ellas funcionan con feromonas... nosotros con el razonamiento, pero, al mismo tiempo, somos irracionales en muchos comportamientos, donde la ira, el egoísmo, la soberbia, la cólera, la envidia y la maldad destruye a otros.
Sin titubeos, prefiero pertenecer a la sociedad del homo sapiens sapiens que al de las hormigas, porque la que nació para reina, esclava u obrera continuará toda su vida así; mientras que nosotros tenemos la posibilidad de escoger lo que vamos a hacer y ser, sabemos seleccionar, tenemos, en la mayor parte de las personas: juicio crítico, podemos cambiar, enmendar, analizar... hemos realizado bellas obras de artes, bellas construcciones de edificios, en la literatura y en la música, grandes filósofos como Aristóteles, Sócrates, Platón , en la espiritualidad hemos dados hombres como: Jesús, Buda, Confucio, y muchos otros… mientras, ellas continúan con su misma arquitectura de cuevas hace millones de años y cortando las hojas de la misma manera y comiendo el mismo hongo que preparan, y nosotros hace ya un tiempo que andamos por el espacio buscando un nuevo hábitat.. Porque a los humanos nos gusta tener libertad y libre albedrío.
Esteban Castillo estebancastil26@hotmail.com













Zapatos plateados y Londres







A mi amigo Ernesto Jiménez dedico
Después de vivir año y medio en París, me vi obligado a dejarlo para buscar trabajo en Londres. Mi ignorancia era muy grande sobre ésta ciudad, y poco conocía de lo que se hacía en la metrópoli londinense en arte. Como no tenía beca, decidí tomar el tren e irme a la aventura. Después, tomé el barco y con grandes ilusiones veía el gran Canal de la Mancha. Luego, horas más tarde, otra vez, agarro de nuevo el tren y horas después, se me aparece la gran urbe. Acompañado con mi maleta llena de esperanzas y optimismo llegué a Victoria Station; salir y caminar sorprendido de ver las calles y edificios desconocidos para mí. Descubría a Londres, de cuando en cuando veía asombrado pasar autobuses rojos de dos pisos; marchaba hacia un barrio llamado E’arls Court que estaba lejos del centro, y miraba el plano para orientarme. En mi caminar pasé frente al Museo de Ciencias y, caminaba y caminaba, era verano de 1969, y el sol estaba ahí, resplandeciente y alumbrándome para que yo viera el camino…

Tenía hambre, entré a un restauran y pedí: “bacon and eggs”, un pequeño descanso y continúo; ya son casi las diez de la noche y estoy llegando al barrio. Veo un banco en la Avenida Cromwell. Estoy cansado, tengo sueño y me preparo a dormir, y a entregarme a los brazos de Morfeo, en esa gran ciudad, la cual, no conozco… no tengo dinero para pagarme un hotel, en ese momento, aparece alguien por asar. Es un venezolano, y me pregunta: ¿Qué haces ahí? -No tengo donde dormir y voy a pernoctar en éste banco, le respondí y, muy gentilmente, me ofrece su pequeño apartamento.
Ahora, ya tengo mi pequeña habitación en el primer piso del 13 Neverd Road, ya me queda poco dinero para comer; y traté de “arreglar” la electricidad para pagar menos y quemé el medidor, resultado, total oscuridad y una gran angustia… Pasan los días, camino por las calles buscando trabajo para lavar platos, y en esa búsqueda, por casualidades de la vida, encuentro a mi gran amigo colombiano Ernesto Jiménez. Le cuento a mi amigo la situación, por la cual estoy atravesando, y me dice: “Mi querido amigo, yo vengo de Estocolmo y traigo dinero y es tuyo también; he lavado plato durante cuatro meses y tengo para vivir un tiempo y me dijo: vamos al abasto a resolver esto”… compró comida y miles de cosas más, y hasta una botella de güisqui,(para celebrar el reencuentro) y terminó diciéndome: no te preocupes por el pago de la habitación que yo pagaré.
Había conocido a mi amigo en 1967, en la Alianza Francesa de París. Compartimos mucho y pasábamos horas en los conocidos cafés de Montparnasse…ahora, era Londres…, en los actuales momentos, mi amigo vive en Estocolmo rodeado de sus hijos colombianos, hijos suecos y de ocho nietos, y rodeado de amor y cariño.
Pero regresemos a Londres. Ernesto trabajaba lavando platos en un restauran, y yo me dedicaba a trabajar en mi arte… los domingos visitaba los museos ya que ese día son gratis. Fui al Museo de Ciencias. Vi, el Péndulo de Faucoult, donde se demuestra que la tierra gira sobre ella misma. Quedé extasiado ver como se balanceaba e iba cambiando de lugar y dejando un trazado sobre la arena. Construido con una bola pesada de hierro y suspendida por un cable de 67 metros… visité la Nacional Gallery, descubrí la obra del célebre pintor inglés William Turner, creador de marinas, de neblinas y tormentas, artista que influenció a Claude Monet, y así, nació el impresionismo. Caminar por los bordes del río Támesis, y entrar a la Tate Gallery, mirar admirar y descubrir a la artista inglesa Mary Martin, y su obra, la cual, me motivó y me influenció…
Los días van pasando, y voy descubriendo a Londres, sin embargo, no me enamoro de la ciudad. El frió, los días nublados y oscuros, las grandes nevadas nos sorprenden, la soledad nos acompaña… y un día, de bajas temperaturas, Ernesto, se pone su poncho colombiano y, me invita para que vayamos al bar donde todos los que regularmente lo frecuentan van vestidos de vaqueros…, y yo no tengo poncho. Miro a la cobija de cuadros que está sobre la cama, la agarro y con una tijera le hago un hueco y en lo que menos canta un gallo, ya está listo mi poncho… nos dirigimos hacia al bar, llegamos y, en una jarra grande mezclamos varías bebidas que se fusionaban con la música country del oeste americano y, llegaron las once de la noche. Es la hora de cerrar el bar… y para fuera todo el mundo. Hacía un frío horrible y nuestra visión veía doble.
Meses después, llegó el momento del viaje de mi amigo para Suecia, y me dice: “Ahora te toca a ti, lavar platos y agarrar mi trabajo en el restauran”, y así, fue como llegué a lavar platos, y a ser segundo jefe de cocina… trabajaba en las noches, desde las seis hasta la una de la madrugada. Los sábados me pagaban. El lunes compraba mis materiales para trabajar en mi obra. Cuando iba al abasto una amiga española me cobraba a la mitad del precio ¡Lástima que no podía enamorarla! a ella no le gustaban los hombres…
Religiosamente, los viernes en la tarde abría mi pote de pintura plateada y pintaba mis viejos zapatos. Los sábados y domingos me los ponía y caminaba muy seguro de mi pisada, como muy bien lo dice un proverbio árabe: “El que camina seguro de su pisada, camina como un rey”… y así, pasaban mis días, a veces con amigos venezolanos que venían a lamentarse conmigo las soledades de todos…y a compartir mi taller, también, con el doctor Raúl Díaz Castañeda y Edgar Mirabal.
Un domingo, agarré el metro. Me siento cerca de tres bellas chicas. Ellas se miran y de repente, una de ella se dirige a las otras dos y le comenta: “Que hombre tan ridículo con esos zapatos plateados” y, yo le contesté: seguro qué por lo criticonas son venezolanas y, en ese momento, con vergüenza, nos hicimos amigos…
Me regresé a París después de vivir tres años en Londres…, y un día, después de muchos años, llega a mi apartamento una chica llamada Emma Ramírez que quiere que yo la oriente en el arte e hicimos una bella amistad… y unos meses después, me dice: ¿Tú no te recuerdas de mí?, y le respondí: que no me recordaba de ella, y me dijo: fui yo quien te critiqué en el metro de Londres…
El tiempo ha pasado, pero las remembranzas están presentes; gracias a Internet, hoy la he vuelto a encontrar, vive en Florencia, con una hija, y ahora nos escribimos regularmente, y le digo: es el hombre de los zapatos plateados… de mi estadía de Londres me queda sólo el placer de cocinar, de haber realizado muchos cuadros, y el recuerdo de amigos que compartieron momentos muy bellos de mi vida y, a veces, me provoca pintar mis zapatos… sin embargo, el tiempo ha hecho su recorrido y únicamente quedan en las evocaciones y en los momentos compartidos con personas maravillosas e inolvidables, como también, de haber usado zapatos plateados…
Esteban Castillo
Estebancastil26@hotmail.com